El concepto de salud fue definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1948 como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de afecciones o enfermedades”. Esta fue la primera vez que las dimensiones psicológica y social fueron tenidas en cuenta a la hora de definir lo que era una persona sana, más allá de su estado físico y biológico.

OMSHace unos días leí en la versión impresa de La Revista de Blanquerna un apasionante reportaje de Susana Pérez Soler sobre la importancia de la dimensión psicológica y social en la salud, entendida como un concepto integral. He mirado en la web de la Universitat Ramon Llull y, a la hora de publicar este post todavía no habían “colgado” la última edición de esta recomendable publicación, así que recojo aquí el concepto de partida, la salud integral, para hacer algunas reflexiones relacionadas con la epilepsia.

La convivencia como factor de salud

Comentaba la autora en sus primeras líneas que, aparte de la definición de 1948, otras conferencias como la de Ottawa de 1986 daban a entender la existencia de unos requisitos determinados para considerar a una persona como poseedora de buena salud. La paz, unos recursos económicos y alimenticios adecuados, disponer de una vivienda digna, tener un ecosistema estable, un uso sostenible de los recursos… la salud es una variable que también está en función de otros aspectos de la convivencia humana.

De este modo, estar sano no es fruto de una herencia genética afortunada, de la casualidad o de la ausencia de accidentes, sino que tiene relación directa con la visión de la vida que tiene una sociedad, y también del comportamiento de cada uno dentro de esta sociedad.

La dimensión social de la salud se plantea poco

A partir de aquí, el artículo continuaba su línea argumental planteándose si nuestra sociedad y nuestro sistema sanitario promueven suficientemente esta visión integral de la salud, con reflexiones tan interesantes como la del Dr. Antoni Nello: “El sistema sanitario está basado fundamentalmente en el aspecto físico de la enfermedad. En menor grado contempla la dimensión mental, y la social se la plantea poco. Si nos aferramos a la definición de la OMS, podemos afirmar que el paro es una enfermedad”.

La salud dentro de la epilepsia

Epilepsia y soledadLlegados a este punto, nos interesa aquí poner el foco de nuestro análisis en la relación entre vida social y salud.

Si repasamos cómo se desencadenan los acontecimientos cuando a alguien le diagnostican epilepsia, nos encontramos con un sistema sanitario eficaz, pero también con una necesidad de información y, sobre todo, una desorientación personal en cuanto a lo que hay que hacer para entender la vida desde una nueva perspectiva.

Efectivamente, el sistema sanitario español es capaz de dar todas las respuestas que ofrece la medicina moderna, e incluso proyecta la esperanza de nuevos avances a medida que la investigación científica va dando nuevos frutos. El problema es la soledad de las personas cuando afrontan por primera vez la realidad de tener una afectación que les es desconocida, soledad que tiene por única compañía la profunda incomodidad que generan los estigmas que pesan sobre la epilepsia.

Esconder la epilepsia

Muchas personas optan por esconder que tienen epilepsia por la vergüenza que les ocasionan las crisis -sus consecuencias, su aparatosidad…- o por temor a perder las amistades. Sea como fuere, la vida social de las personas que han tenido que aceptar la epilepsia en su día a día se ve afectada. Y no se trata sólo de tener que renunciar a determinadas actividades, también existe en la sociedad el rechazo a lo desconocido. En realidad deberíamos decir miedo.

Debemos mirarnos al espejo y contestar con sinceridad a la pregunta: “¿cómo estás?”

Mar de Somnis nació precisamente con la vocación de ofrecer alternativas para que las personas con epilepsia y sus familias encontraran un espacio donde compartir experiencias y recursos, un punto de encuentro con información de utilidad para la vida diaria y con una serie de actividades e iniciativas destinadas a cultivar la vida artística y social de las personas.

¿Cómo estoy?

Llegados a este punto, aun con un diagnóstico correcto y un tratamiento médico acertado, es cuando debemos preguntarnos: “¿cómo estoy”? Probablemente un tratamiento farmacológico ha reducido o eliminado las crisis. O es posible que no… En todo caso la pregunta tiene que ir más allá: “¿cómo estoy?” “¿Estoy contento?” “¿Me divierto?” “¿Tengo buenos amigos y actividades que me llenan?” Estas son las verdaderas preguntas. Y aquí se da la medida en la que uno es capaz de superar la epilepsia, de ir más allá, y conseguir aquello a lo que tiene derecho: una vida plena y feliz. Una vida sana.

En realidad no hace falta tener epilepsia para hacer este ejercicio de análisis personal. Unos tienen epilepsia, otros fracaso escolar. Unos cuantos son tímidos. Algunos están rotos porque sus padres se separan o han perdido sus trabajos… Dicen que la salud es lo primero. Entonces, todos tenemos la obligación de cuidar de nosotros mismos, de mirarnos al espejo y contestar con sinceridad absoluta a la pregunta: “¿cómo estás?”.