Educar puede ser la misión más difícil del mundo.

El trabajo diario de mostrar a nuestros hijos/as lo que les puede hacer felices, enseñándoles a navegar con el viento a favor y en contra, con el mar en calma y en tempestad, en buena dirección, y a buena velocidad, es todo un reto.

A veces nos gustaría poder anticiparles los obstáculos que se van a encontrar por el camino, aunque sabemos que llegará un momento en la vida en que ellos y ellas mismas, tendrán que tropezar, y que muchas veces ahí está el principio del aprendizaje y del proceso madurativo.

Y mientras ellos/ellas aprenden, nosotros también lo hacemos con ellos. Aprendemos a soltar y a entender cómo sostener su vuelo.

Cuando además, los hijos/as conviven con alguna condición crónica como la epilepsia, se añaden muchas más dudas y necesidades al proceso de la crianza.

El desconocimiento de la epilepsia, la imprevisibilidad de las crisis, los problemas relacionados al sistema educativo, el mundo laboral… y el pensamiento constante de ¨¿Qué será de su futuro?¨ hace que el espíritu de protección sea mucho mayor porque no queremos que se hagan daño y por supuesto, no queremos que sufran.

¿Pero cuál es el límite entre el cuidado y la sobreprotección? ¿Dónde tenemos que trazar esa línea tan sutil entre caminar a su lado o adelantarnos de un paso para que no se tropiece con la piedra que hay en el camino?

En este caso es más importante hacerse la pregunta que la respuesta en sí. Cada historia es un mundo y cada caso requiere atención y cuidados diferentes, pero es importante no perder de vista que si siempre estamos sobreprotegiendo a nuestros hijos/as, les estamos impidiendo aprender a tomar sus responsabilidades en la vida. Y tomar responsabilidades está muy conectado con la seguridad que desarrollamos en nosotros mismos y en nuestra autoestima.

Los niños/as tienen una gran capacidad para superarse a sí mismos/as y es especialmente importante que se empoderen desde la infancia.

Si tu hijo/hija convive con epilepsia es muy importante que fomentéis una buena la comunicación como pilar fundamental de su educación. Te damos 8 tips por si pueden ayudaros 😉

  • Háblale a tu hijo/a de su epilepsia, hazlo de una manera sencilla para que pueda entenderte. Esto le ayudará a entenderse a sí mismo/a y a la vez a poderlo explicar a su entorno.
  • Pregúntale si tiene alguna duda o algo que le preocupe y contéstale con sinceridad aunque la respuesta sea a veces no sea fácil.
  • Anímale a que él/ella mismo/a pregunte a su neurólogo acerca de sus dudas e inquietudes, esto le ayudará a crear vínculo y confianza con su médico.
  • Rétalo a tomar su medicación, hará que poco a poco se vaya haciendo responsable de su propia salud.
  • Sobre todo en la etapa de la adolescencia es muy importante hablar de temas como las relaciones afectivas, la sexualidad, el consumo de drogas y alcohol o las relaciones sociales. La información es poder y además conseguirás que desaparezca el tabú sobre ciertos temas.
  • Tal vez en algún momento te pedirá acudir solo/a a su visita neurológica: confía en él/ella y respeta tu decisión porqué éste es el primer paso para su transición a su vida adulta.
  • Contacta y comparte con otras familias que viven situaciones parecidas. Puede ayudarte a tener una visión más amplia, a anticiparte en cierta etapas y también puede suponerte un cierto alivio ver que hay otras familias que pasan por lo mismo que vosotros.

La resiliencia es nuestro súper poder como seres humanos. Conseguir que tengan una actitud de superación frente a la adversidad puede convertirles en jóvenes capaces de enfrentarse a retos importantes en su vida, sentirse queridos, seguros de sí mismos/as e independientes en sus decisiones.

Entonces hazte la pregunta: ¿tú cuidas o sobreproteges? That’s the question!