Uno de los aspectos más difíciles de llevar cuando acompañamos a la infancia y juventud con epilepsia, es el estigma social.

Es un hecho, y se vive en cualquier parte: en la escuela, en el trabajo y a veces incluso en contextos familiares, y esto hace que el camino de la epilepsia se haga aún más difícil no solamente para la persona directamente afectada, sino para toda su familia.

El primer paso para romper prejuicios es hablar, atreverse a contar las cosas que a veces escondemos porque pensamos que tal vez no sirva para cambiar las cosas.

Y sí sirve. Aunque los cambios sean lentos, y a veces no tan evidentes, el mundo necesita de personas referentes que se atrevan a contar su historia para que otras no pierdan la esperanza y sigan luchando.

Gracias a Anna y Marina, por compartir vuestra historia y por ser referentes de la lucha contra el estigma.

Gracias a todas las madres que en su día a día acompañan, sostienen y luchan por sus hijos e hijas con epilepsia.

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