La epilepsia es una enfermedad crónica del sistema nervioso que se caracteriza por la presencia de crisis epilépticas. Según la Liga Internacional contra la Epilepsia, la epilepsia es “una alteración cerebral caracterizada por la predisposición permanente para generar crisis y por las consecuencias neurobiológicas, cognitivas, psicológicas y sociales derivadas de esta condición, siendo posible su diagnóstico tras una crisis aislada (no provocada)”.
La epilepsia puede afectar a cualquier persona.
Hay dos momentos en la vida en que es más frecuente presentar epilepsia:
La infancia. El momento con mayor probabilidad de presentar crisis es en los primeros meses de vida. A partir del primer año, la probabilidad de padecer crisis disminuye, manteniéndose estable durante la primera década, y volviendo a descender en la adolescencia.
La senectud. Es a partir de los 50 años cuando vuelve a aumentar el riesgo de presentar crisis epilépticas, especialmente a partir de los 70 años.
La epilepsia se diagnostica cuando las crisis epilépticas se presentan de forma espontánea e imprevisible, más allá del momento en que la persona ha sufrido la lesión cerebral, o bien en aquellos casos en los que no se puede demostrar una lesión en el cerebro. La epilepsia puede afectar a todos los animales, incluidos los domésticos: perros, gatos, conejos o ratones. Por lo tanto, también aparece en todos los humanos, independientemente de la edad, sexo, raza o situación geográfica.